Lo primero que tenemos que diferenciar es el origen
del comienzo. Cuando hablamos de comienzo, según mi criterio y el de otros
autores, nos estamos refiriendo al inicio histórico de la filosofía en un
espacio y tiempo determinado. Al hablar de origen, en cambio, estamos en
presencia de aquello que nos lleva a filosofar a cada uno de nosotros, en
cualquier momento y en cualquier lugar. Son esos disparadores filosóficos,
aquellos que generar en nosotros interrogantes vitales, preguntas preñadas de
verdad.
Asombro
¿Por qué mas bien el ser y no la nada? (Leibniz y retomado
por Heidegger). ¡Qué maravilla cómo se origina la vida humana!. ¡Cuántas obras
de arte!. ¡Qué increíble la complejidad y el orden del mundo!. Otros autores
hablan también de admiración.
Dejarnos sorprender por algo puede implicar el preguntar sobre ese hecho o cosa
que nos sorprendió.
Duda
¿Existe algo fuera de nuestra mente? ¿Todos
entendemos lo mismo cuando decimos “rojo”? ¿Realmente todos escuchamos lo mismo
cuando alguien dice “rojo”? Sabiendo que los sentidos nos han engañado varias
veces... ¿por qué no pueden engañarnos siempre?. ¿Sería realmente un engaño?.
Se distingue entre escepticismo absoluto
(Pirrón de Elis) y escepticismo metódico
(Descartes). La duda puede paralizarnos o llevarnos a buscar la verdad.
Angustia
Algunos autores también hablan de situaciones límites. ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué sufrimos? ¿Por
qué, indefectiblemente, todos tenemos que morir?. Esto se va a plasmar, de una
manera más marcada, en la filosofía existencialista. (Sartre, Jaspers y
Marcel). Frente a situaciones angustiantes uno puede interrogarse sobre temas
profundos e íntimos.
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