lunes, 29 de agosto de 2016

Aristóteles



Aristóteles nació en Estagira (Tracia) en el año 384 a.C. Fue a Atenas para estudiar en la Academia y se convirtió en el discípulo más importante de Platón. El rey Filipo de Macedonia lo convocó a Tracia para que se encargara de la educación de su hijo Alejandro, quien sería con el tiempo el famoso emperador Alejandro Magno. Aristóteles fue el maestro de Alejandro y lo vió crecer, llegar a su máximo esplendor, e incluso morir (323). Aristóteles murió en el año 322. Sus obras son muchas y abarcan temas diversos.
Aristóteles criticaba la Teoría de las Ideas de Platón porque ella no explica este mundo (no explica el movimiento) y genera un nuevo mundo, con lo que duplica el problema. Para Aristóteles, lo que más merece el nombre de ser no son las ideas sino las cosas


Del estudio del "ser en cuanto ser" se ocupa —según Aristóteles— la Metafísica, llamada por él "Filosofía Primera" o "Teología". Ahora bien, Aristóteles reconocía que “el ser se dice en muchos sentidos”. No es lo mismo decir «Esto es una vaca» que decir «La vaca es negra». Ciertamente la vaca es y el color negro también, pero no de la misma manera. Al ser en sí Aristóteles lo llama "substancia" (ousía), es decir, aquello que puede ser sujeto pero nunca predicado de una proposición; al ser en otro lo denomina "accidente". La vaca es una substancia que posee un accidente: el color negro. A las diez diferentes formas en las que se puede decir lo que algo es Aristóteles las llamaba "categorías", las formas fundamentales del ser. El modo fundamental es la substancia; los nueve restantes son los accidentes.
Cada cosa, cada ousía, es un compuesto de substancia y accidentes. Pero esta composición no es la única. La cosa también está compuesta de materia y forma. Es la Doctrina HILEMÓRFICA (Hylé: materia; Morfo: forma). La materia es aquello "de lo que" una cosa está hecha y la forma lo que la hace ser "lo que es" y no otra cosa. Materia y forma se dan juntas, son co-principios. La forma es lo determinante, lo activo, equivale a esencia y viene a corresponder a la idea platónica, pero en vez de darse de manera substante fuera de las cosas se da como co-principio en la cosa misma.
Para explicar el movimiento, Aristóteles decía que las substancias estaban compuestas de potencia y acto. Todo ser es en acto, ya que la pura potencia no existe. Es en acto, en cuanto ya es real y efectivamente. Pero también todo ser es en potencia (a excepción del primero de los seres que es acto puro), en cuanto puede ser o tiene la posibilidad de ser distinto, o su materia tiene la posibilidad de ser el material de otra substancia. El cambio (el movimiento) es el paso de la potencia a acto. Por ello el cambio es ordenado, porque de una cosa no puede provenir cualquier otra sino sólo una de aquellas respecto de las cuales se halla en potencia. Aristóteles distinguía cuatro causas del movimiento: la causa formal (la forma es causa de algo, en cuanto lo hace ser lo que es); la causa material (la materia es causa de algo, en cuanto es su sustrato indeterminado, co-principio de su ser); la causa final (la perfección a la que la cosa tiende); y la causa motriz (la que desencadena el proceso). Para que se dé el movimiento es necesario que una substancia que ya esté en acto respecto del movimiento que va a generar actualice la potencia de una substancia que se halla precisamente en potencia de realizar ese cambio. Todo lo que se mueve es movido por otro. Y en la línea de causas hemos de remontarnos hasta un primer motor que no es nada en potencia sino puro acto. Este ser lo mueve todo pero él mismo no es movido por nada. El acto puro es el primero de los dioses, es inmaterial e inmutable, y mueve como causa final.

Todo tiende a él. “Lo deseado y lo inteligible mueven sin ser ellos mismos movidos […] El fin último mueve como cosa amada, mientras que las demás cosas mueven en cuanto son movidas.” Al describir a este primer ser, Aristóteles sostenía que es un acto puro de pensamiento, un pensamiento que piensa lo más perfecto, que se piensa a sí mismo. En cada una de las esferas celestes que están entre el primer motor y la Tierra se encuentra un dios que es causa del movimiento de su respectiva esfera. El movimiento de los astros es eterno, como eternos son los dioses que lo generan. Por oposición, el movimiento en la Tierra comienza y termina, es finito, temporal.
El hombre conoce a través de los sentidos. Todo conocimiento comienza en los sentidos. Mediante ellos el hombre toma contacto con las cosas. Pero el conocimiento no se agota en la experiencia. Es el intelecto agente el que, por estar en acto de inteligir, abstrae la forma universal que hay en toda substancia particular y la imprime en el intelecto paciente, que pasa así a tener una idea de la cosa y a poder expresarla en palabras.
Aristóteles veía al hombre como una substancia compuesta de materia y forma. El cuerpo es la materia y el alma la forma. Sabemos que en toda substancia no existe la forma sin materia ni la materia sin forma, por lo que cabe esperar que Aristóteles haya concluido que, luego de la muerte, el alma deja de existir. Sin embargo, sus ideas respecto de este tema son un tanto confusas: el intelecto paciente muere con el hombre, pero algo diferente ocurre con el intelecto agente. Sin embargo, cabe señalar que Aristóteles no desarrolló ninguna demostración de la supervivencia del alma. Esta imprecisión llevó a Averroes a interpretar  que hay un solo intelecto agente, del que todos los hombres participan.
Aristóteles tenía una visión teleológica (finalista) del mundo. El hombre, para realizarse, debe buscar su bien supremo, su fin último. Y ese fin último que todo hombre busca es la felicidad. La dificultad surge al tratar de comprender en qué consiste la felicidad y de qué modo la podemos alcanzar. A este respecto él sostenía que la felicidad se encuentra en la virtud, en la perfección de la función propia del hombre, la razón. Como en el hombre hay una parte irracional, podemos dividir las virtudes en dos clases: virtudes dianoéticas (las propias de la razón) y virtudes éticas (las de la razón aplicada a los apetitos sensibles). La virtud ética es un hábito de elección que conduce a optar por el equilibrio entre dos extremos viciosos ("justo medio"). Es un hábito porque no basta con haber elegido una vez bien para considerarse virtuoso. La tendencia permanente a obrar correctamente se adquiere por una serie larga de repeticiones en la elección de lo correcto que genera en nosotros una costumbre. La razón es la que determina en cada caso cuál es el justo medio: éste no puede ser establecido por anticipado mediante una regla. Por ejemplo, lo que en una circunstancia determinada para uno sería valentía para otro puede ser temeridad (si decide realizar un acto para el que no tiene capacidad, fuerza, conocimiento o posibilidad alguna de éxito). La prudencia es la virtud que adquiere el hombre que ha elegido correctamente el justo medio en muchas oportunidades. La virtud ética suprema es la justicia. Pero la felicidad mayor se encuentra en las virtudes dianoéticas. La vida teorética (la vida contemplativa) es la más feliz y su virtud (la sabiduría) la máxima virtud. De todos modos una vida puramente contemplativa no es dable al hombre, quien se encuentra siempre requerido por cuestiones mundanas, lo que no impide que dicha vida permanezca como un ideal y ni que intentemos vivir según lo mejor que hay en nosotros.

Ética a Nicómaco

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